O De Odio by Sue Grafton

O De Odio by Sue Grafton

autor:Sue Grafton [Grafton, Sue]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela Policiaca
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


15

El viernes por la mañana me desperté a eso de las seis, floja y derrotada. Todos mis huesos suplicaban que siguiera durmiendo, pero aparté el edredón y me puse la sudadera. Me cepillé los dientes y me pasé el peine por el pelo, cuyas puntas sobresalían en todas direcciones, como si estuviera electrizado. Me detuve en la puerta del jardín y me estiré para despejarme. Empecé con paso gimnástico y me puse a trotar cuando llegué al parque de la playa que hay en Cabana Boulevard.

El cielo matutino estaba cubierto de nubes y el aire era neblinoso. Sin la fulgurante luz del sol, los rojos y amarillos cálidos habían desaparecido del paisaje, y dejado una anodina paleta de colores fríos: azules, grises, madera, rata y verde ahumado. La brisa olía a movimiento portuario y a algas marinas. Durante la carrera noté que mi interior empezaba a animarse. El ejercicio intenso es la única droga legal que conozco, además del amor, claro. Por mal que te encuentres, corre, pasea, monta en bici, esquía o levanta pesas, y verás como recuperas el optimismo y la vida vuelve a parecerte fantástica.

Una vez recuperada de la carrera fui al gimnasio, que no suele estar atestado a esas horas, dado que los fanáticos que van antes del trabajo ya se han ido. El gimnasio es más bien espartano, de color gris pistola, con una moqueta del mismo color que el asfalto de la calle. Hay grandes espejos en las paredes. El aire huele a goma y a axilas sudadas. Los principales usuarios son hombres en diversas etapas de perfección física. Las mujeres que aparecen por allí tienden a formar dos categorías: las flaquísimas maniáticas de la forma física, que se machacan todos los días, y las fofas que se presentan después de un domingo de comilona. Estas últimas no duran, pero bien por ellas de todos modos. Es mejor hacer un poco de esfuerzo que no hacer absolutamente nada. Yo me encontraba entre ambos grupos.

Empecé con flexiones de piernas; los músculos me ardían mientras los trabajaba. Abdominales, lumbares, plataforma de los pectorales y luego los hombros y los brazos. Al principio de un ejercicio resulta deprimente pensar en números: la cantidad de partes corporales multiplicada por el número de ejercicios y la serie de repeticiones, pero el proceso es extrañamente fascinante, a pesar de que duele. De repente me encontré dándole a dos máquinas, alternando bíceps y tríceps. Salí poco después, sudorosa y estimulada. Más de una vez he estado a punto de dislocarme el brazo por darme después palmaditas en la espalda.

Una vez en casa, puse la cafetera eléctrica, hice la cama, me duché, me vestí y me comí un tazón de cereales con leche desnatada. Luego me senté con el café y leí el periódico local. Normalmente, y conforme pasan los días, mi tendencia a maltratarme, sobre todo con comida basura, acaba con mi flirteo con la salud. La grasa es mi perdición, cualquier cosa que contenga sal, aditivos, colesterol o nitratos. Rebozados, fritos o salteados en mantequilla, cubiertos de queso, con mahonesa, goteando jugo de carne.



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